El hallazgo genético que podría
explicar el origen del lenguaje humano: una proteína que modifica la
vocalización
El misterio sobre los orígenes del lenguaje humano sigue
intrigando a la comunidad científica. La capacidad de comunicarnos con un lenguaje
complejo nos distingue de otras especies animales, y hasta el momento
no se ha encontrado evidencia concluyente de que los neandertales u otros
homínidos hayan podido desarrollar esta habilidad con la misma sofisticación
que Homo sapiens.
Si bien existen indicios de que los neandertales tenían
las estructuras anatómicas necesarias para emitir y percibir
sonidos articulados, el desarrollo de ciertas regiones cerebrales esenciales
para el lenguaje parece haber sido exclusivo de los humanos modernos. Ahora, un
estudio reciente de la Universidad Rockefeller podría arrojar nueva luz sobre
esta cuestión.
Investigadores del laboratorio de Robert B. Darnell han
identificado una variante de la proteína NOVA1 que podría
haber jugado un papel clave en la aparición del lenguaje hablado. NOVA1 es una
proteína de unión al ARN que desempeña un papel fundamental en el desarrollo
neural. En un estudio publicado en Nature Communications, los
científicos demostraron que al introducir la variante humana de NOVA1 en
ratones mediante edición genética CRISPR, sus vocalizaciones se
modificaban de manera significativa.
Lo más relevante de este hallazgo es que la variante en
cuestión está ausente en neandertales y denisovanos, dos especies
humanas arcaicas con las que nuestros ancestros compartieron genes en el
pasado. Esto sugiere que la aparición de esta mutación en nuestros antepasados
directos pudo haber estado relacionada con el desarrollo del lenguaje.
El estudio de la base genética del lenguaje es una empresa
compleja. Durante décadas, los investigadores han analizado genes que podrían
estar implicados en esta capacidad, como FOXP2, un factor de
transcripción involucrado en el desarrollo temprano del cerebro. Sin embargo,
aunque se sabe que mutaciones en FOXP2 provocan alteraciones
graves en el habla, su papel en la evolución del lenguaje sigue siendo
debatido.
NOVA1 ha surgido ahora como un candidato prometedor.
Identificada en 1993 por el propio Darnell, esta proteína se encuentra en una
amplia variedad de organismos, desde mamíferos hasta aves, en formas casi
idénticas. No obstante, en los humanos modernos presenta una mutación
distintiva: un cambio de isoleucina a valina en la posición 197 de su
cadena proteica (I197V). Esta pequeña variación podría haber sido clave en el
desarrollo de nuestras habilidades de comunicación.
Para probar el impacto de la variante humana de NOVA1, los
investigadores reemplazaron la versión de esta proteína en ratones con la forma
humana I197V. Posteriormente, analizaron las vocalizaciones de los roedores en
distintas situaciones. Descubrieron que las crías emitían sonidos
ultrasónicos con un patrón diferente al de los ratones normales, y que
los machos adultos modificaban su repertorio vocal cuando interactuaban con
hembras en época de apareamiento.
Estos hallazgos fueron sorprendentes para los científicos, ya
que NOVA1 no parecía alterar funciones motoras o el desarrollo neural general,
sino que afectaba específicamente la expresión de genes relacionados
con la vocalización. La investigadora Yoko Tajima, autora principal del
estudio, señala que este resultado sugiere que NOVA1 podría haber desempeñado
un papel importante en la evolución del lenguaje humano.
Para confirmar la exclusividad de esta mutación en humanos
modernos, los investigadores compararon secuencias genéticas de ocho individuos
actuales con tres genomas neandertales de alta calidad y un genoma denisovano.
Los resultados fueron claros: nuestros parientes arcaicos conservaban
la versión ancestral de NOVA1, mientras que todos los humanos modernos
analizados presentaban la variante I197V.
Además, se analizaron 650.058 genomas humanos modernos en la
base de datos dbSNP y solo seis individuos carecían de la variante I197V, lo
que indica que esta mutación se ha fijado en la población humana con una frecuencia
cercana al 100%. Los investigadores sugieren que la selección natural pudo
haber favorecido esta variación debido a sus posibles ventajas en la
comunicación vocal, permitiendo que se extendiera por todo el mundo tras la
migración de nuestros antepasados desde África.
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