Día Nacional del Folclore Dominicano
William John Thomas propuso, con el seudónimo de Ambrose Merton, el
22 de agosto de 1846, en una carta al periódico “The Atheneun”en
Inglaterra, que la literatura popular (cuentos, leyendas, poesías,
adivinanzas, canciones, etc.) fueran bautizadas con el nombre de
“Folklore”, folk: pueblo, lore: saber, lo cual significaba que la
palabra folklore quería decir, “el saber popular”, el saber del pueblo”.
Esto fue aprobado por
las academias a nivel mundial y ´poco después, fue aceptado no
solamente como “saber popular”, sino como “el saber sobre el pueblo”,
identificándose como folkloristas a los investigadores académicos que se
dedicaban a su estudio, pasando a ser incluso, el folklore una rama de
la antropología cultural.
Por estas razones, el 22 de agosto fue consagrado a la celebración del “Día Internacional del Folklore”.
En la Republica Dominicana, la palabra
“folklore” aparece impresa por vez primera treinta y ocho años después,
el 10 de febrero de 1846, cuando un lector o lectora, con el seudónimo
Valle de Gracia, envía desde Puerto Plata, una carta al periódico Ecos
del Pueblo, que dirigía José Joaquín Hungría, la cual se editaba en
Santiago de los Caballeros, refiriéndose a un
envío sobre la décima de “Un Fandango en Dajabón”, del poeta popular
Juan Antonio Alix, que le hiciera al profesor Hugo Schuchard, un
investigador austriaco de la Universidad de Grajz, en Austria.
Por recomendaciones del entonces Ministro
de Cultura, el poeta Tony Rafal, a iniciativa nuestra, fue posible que
31 de enero del 2001, el Presidente Hipólito Mejía, emitiera el Decreto
Presidencial 173-01, declarando “el 10 de febrero de cada año, como Día
Nacional del Folklore Dominicano”.
Ese Decreto Presidencial se sustenta en fuertes bases antropológicas-sociológicas, donde se destacan conceptualizaciones fundamentadas
en la máxima de que científicamente “no existen culturas superiores o
culturas inferiores, sino culturas diferentes” y que, en lo que respeta a
nosotros, “la cultura dominicana en sus múltiples manifestaciones
constituye la base de la nacionalidad” y “que el folklore es la base
fundamental para la definición y el afianzamiento de la identidad
nacional”.
Realmente, el “folklore”, vino a entrar
en las preocupaciones y el quehacer de los investigadores dominicanos en
1887, cuando el escritor Cesar Nicolás Penson, autor de la obra clásica
“Cosas Añejas”, formuló el contenido y la importancia de lo que llamó
el “folklore Quisqueyano”.
El conocimiento del folklore dominicano
cobró importancia para los norteamericanos durante la primera ocupación
militar a nuestro país en el 1916-24. Para conseguir un mayor nivel de
racionalidad en la dominación y un mayor conocimiento de lo que somos
las y los dominicanos, el 18
de febrero de 1922, el Superintendente General de Enseñanza, Lic. Julio
Ortega Frier, envió una circular solicitándole a los intendentes
(inspectores) de la enseñanza a nivel nacional, que elaboraran un
informe donde se describieran las costumbres, los usos, creencias,
hábitos, el lenguaje, religión etc., de los habitantes de los diversos
distritos escolares del país, los cuales fueron publicados por el
investigador Emilio Rodríguez Demorizi en su libro “Lengua y Folklore de
Santo Domingo”.
Sin embargo, el folklore comienza a dar sus frutos después de la intervención norteamericana del 16-24. En
1927, Ramón Emilio Jiménez aporta “Al amor del bohío”, en 1929, el
folklorista Julio Arzeno publicó “Folklore musical dominicano”; llega al
país y recoge diversas manifestaciones folklóricas el filólogo español
Manuel de Jesús Andrade, cuya recopilación fue publicada en ingles por
The American Folklore Society y la edición en español fue
responsabilidad de la Universidad de Santo Domingo.
El humanista y pedagogo, maestro Pedro
Henríquez Ureña, en 1930, trajo grupos originales folklóricos del
interior del país y los presentó en la ciudad de Santo Domingo, para su
reconocimiento y revaloración. A
partir de ahí, se realizaron diversos aportes al desarrollo del
folklore dominicano, donde se destaca Emilio Rodríguez Demorizi, Juan
Antonio Alix, Rafael Damiron, etc.
A pesar de todos los aportes, el estudio
científico del folklore en el país, comienza realmente con la llegada
del antropólogo Ralph S. Boggs de la Universidad de Chapell Hill de
Carolina del Norte, en Estados Unidos, invitado por la Universidad de
Santo Domingo, para dictar un curso sobre folklore. Este fue determinante en el desarrollo del folklore dominicano. De allí, salió, entre otros, Edna Garrido (que contrajo matrimonio con Boggs) y Flerida de Nolasco.
De esta manera, en el desarrollo del
folklore dominicano, han surgido investigadores folklóricos académicos
donde sobresale el maestro Fradique Lizardo Barinas y folkloristas
empíricos, como Juan Antonio Alix, Casandra Damiron y René Carrasco. Dejo para otra entrega, los aportes al folklore en los últimos años.
El 10 de febrero, Día Nacional del
Folklore Dominicano, es un momento para reflexionar sobre el folklore y
nuestras políticas culturales, del papel del Estado y los sectores
privados, de la irracionalidad de no existir su enseñanza sistematizada
en ninguna universidad del país, a pesar de su trascendencia en el
desarrollo de la identidad nacional, de la dominicanidad y del
desarrollo.
A pesar todo esto, el folklore es la base
fundamental para definir nuestra manera de ser y de pensar, para
mostrar lo que somos y como dice el Decreto Presidencial 173-01, “el
folklore es una manifestación cultural que constituye la expresión
espiritual y material más sublime del saber popular y del pueblo como
ser social”.
Tomado de https://acento.com.do/2019/opinion/8650157-dia-nacional-del-folklore-dominicano/