Proclaman restauración de la Independencia de la República Dominicana
Hector Tineo
SANTIAGO DE LOS CABALLEROS, el 14 de septiembre de
1863, luego de la victoria de los restauradores en la Batalla de
Santiago, proclamaron el acta que declaró restaurada la Independencia de
la República Dominicana.
En el acta, los próceres reunidos en Santiago de los Caballeros,
resaltan los motivos que tuvieron para tomar las armas y restaurar la
República, en razón de que la Anexión a España no fue la voluntad del
pueblo dominicano.
“… nuestra anexión a la Corona no fue la obra de nuestra espontánea
voluntad, sino el querer fementido del general Santana y de sus
secuaces, quienes en la desesperación de su indefectible caída del
poder, tomaron el partido de entregar la República, la obra de grandes y
cruentos sacrificios, bajo el pretexto de anexión al poder de España,
permitiendo que descendiese el pabellón cruzado, enarbolado por el mismo
general Santana, a costa de la sangre del pueblo dominicano, con mil
patíbulos de triste recordación”.
Consideraron que por magnánimas que hayan sido las intenciones y
acogidas de la reina Doña Isabel II, respecto del Pueblo Dominicano, al
atravesar el Atlántico, y al ser ejecutadas por sus mandatarios
subalternos, ellas se han transformado en medidas bárbaras y tiránicas,
que el pueblo dominicano no ha podido ni debido sufrir.
“Para así probarlo, basta decir que hemos sido mandados por un Buceta y un Campillo, cuyos hechos son bien notorios.
Los restauradores consideraron que “Si el gobierno de España es
político, si consulta sus intereses y también los nuestros, debe
persuadirse de que a un pueblo que por largo tiempo ha gustado y gozado
la Libertad no es posible sojuzgársele sin el exterminio del último de
sus hombres. De ellos debe persuadirse la augusta y cuyos filantrópicos
sentimientos confesamos y respetamos; pero Su Majestad. ha sido engañada
por la pérdida del que fue nuestro Presidente, el general Pedro Santana
y la de sus Ministros, y lo que ha tenido un origen vicioso, no puede
ser válido por el transcurso del tiempo”.
Resaltan que “La anexión de la República Dominicana a la Corona de
España ha sido la voluntad de un solo hombre que ha domeñado; nuestro
más sagrados derechos, conquistados con 18 años de inmensos sacrificios,
han sido traicionados y vendidos; el gabinete de la Nación Española ha
sido engañado y engañados también muchos de los dominicanos de valía e
influencia, con promesas que no han sido cumplidas, con ofertas luego
desmentidas, pronunciamientos, manifestaciones de los pueblos arrancadas
por la coacción, ora moral, ora física de nuestro opresor y los
esbirros que le rodeaban, remitidas al gobierno español, le hicieron
creer falsamente nuestra espontaneidad para anexarnos; empero, muy a
breve, convencidos los pueblos del engaño y perfidia, levantaron su
cabeza y principiaron a hacer esfuerzos gloriosos, aunque por desgracia
inútiles, al volver de la sorpresa que les produjera tan monstruoso
hecho, para recobrar su independencia perdida, su Libertad anonadada,
Díganlo sino, las víctimas de Moca, San Juan, Las Matas, El Cercado,
Santiago, Guayubín, Montecristi, Sabaneta y Puerto Plata.
Los restauradores expresaron que durante la Anexión a España imperó
la opresión de todo género, las restricciones y la exacción de
contribuciones desconocidas e inmerecidas.
“… los hábitos de un pueblo libre por mucho años han sido
contrariados impolíticamente, no con aquella luz vivificadora y que
ilustra, sino con un fuego quemante y de exterminio. Escarnio,
desprecio, marcada arrogancia, persecuciones y patíbulos inmerecidos y
escandalosos, son los únicos resultados que hemos obtenido, cual
corderos, de los subalternos del Trono español, a cuyas manos se
confiara nuestra suerte”.
Asimismo, en la declaración de Independencia recuerdan:
“El incendio, la devastación de nuestras poblaciones, las esposas sin
sus esposos, los hijos sin sus padres, la pérdida de todos nuestros
intereses, y la miseria en fin; he aquí los gajes que hemos obtenido de
nuestra forzada y falaz anexión al Trono Español. Todo hemos perdido;
pero nos queda nuestra Independencia y Libertad, por las cuales estamos
dispuestos a derramar nuestra última gota de sangre.
Entre los firmantes del acta de Independencia de la Restauración de
la República figuran: Gaspar Polanco, Gregorio Luperón, José A. Salcedo,
Benito Monción, Benigno Filomeno Rojas, P. Pujol, J. Belisario Curiel,
Pedro Francisco Bonó, Genaro Perpiñán, Juan Antonio Polanco, Ricardo
Curiel y Pedro A. Pimentel.
También Ulises F. Espaillat, H. S. Riobé, F. A. Salcedo, Esteban
Almánzar, Juan V. Curiel, Cirilo Castellanos, Juan A. Villa, F.
Shefremberg, Ramón Almonte, Doctor M. Ponce de León, Francisco Casado,
J. Epifanio Márquez, Dionisio Troncoso, Pablo Miguel Quezada, R.
Velázquez, Gavino Crespo, Francisco Reyes, Anastasio Mercado y José
Herrera.
El día 14 de septiembre de 1863, cuando se firmó el acta de
Independencia, las tropas restauradoras disponían de 500 hombres en las
elevaciones que se encuentran a ambos flancos del poblado de Altamira y
de 1,000 hombres dentro del poblado, al mando del Coronel Latour.
Los españoles avanzaban con el Batallón La Corona, a la vanguardia,
los batallones Madrid y San Quintín, en el centro y los Cazadores del
Batallón Isabel II, en retaguardia.
El informe militar indica que los dominicanos iniciaron el fuego a
las 14:30 horas, cuando la vanguardia española entró en la zona de
muerte. Los españoles trataron de emplazar sus piezas de artillería a la
entrada del pueblo, pero una columna de 500 hombres restauradores lo
impidió.
En esa circunstancia, la vanguardia española se vio obligada a
replegarse hacia la retaguardia, pero para esto fue necesario que
calaran sus bayonetas y al arma blanca obligaron a los restauradores a
dispersarse hacia los flancos.
Las fuerzas dominicanas que se encontraban en las alturas,
continuaron su fuego de hostigamiento contra las tropas españolas, que
ripostaban con fuerza de artillería.
El texto del Acta de Independencia es el siguiente:
Acta de independencia
“Nosotros los habitantes de la parte de España de la Isla de Santo
Domingo, manifestamos por medio de la presente acta de Independencia,
ante Dios, el mundo entero y el Trono de España, los justos y legales
motivos que nos han obligado a tomar las armas para restaurar la
República Dominicana y reconquistar nuestra libertad; el primero, el más
precioso de los derechos con que el hombre fue favorecido por el
Supremo Hacedor del Universo, justificando así nuestra conducta
arreglada y nuestro imprescindible obrar, toda vez que otros medios
suaves y persuasivos, uno de todos muy elocuente, no han sido bastantes
para persuadir al trono de Castilla, de que nuestra anexión a la Corona
no fue la obra de nuestra espontánea voluntad, sino el querer fementido
del general Santana y de sus secuaces, quienes en la desesperación de su
indefectible caída del poder, tomaron el partido de entregar la
República, la obra de grandes y cruentos sacrificios, bajo el pretexto
de anexión al poder de España, permitiendo que descendiese el pabellón
cruzado, enarbolado por el mismo general Santana, a costa de la sangre
del pueblo dominicano, con mil patíbulos de triste recordación.
“Por magnánimas que hayan sido las intenciones y acogidas de S.M.
Doña Isabel II (Q.D.G.), respeto del Pueblo Dominicano, al atravesar el
Atlántico, y al ser ejecutadas por sus mandatarios subalternos, ellas se
han transformado en medidas bárbaras y tiránicas, que este pueblo no ha
podido ni debido sufrir. Para así probarlo, basta decir que hemos sido
mandados por un Buceta y un Campillo, cuyos hechos son bien notorios.
“La anexión de la República Dominicana a la Corona de España ha sido
la voluntad de un solo hombre que ha domeñado; nuestro más sagrados
derechos, conquistados con 18 años de inmensos sacrificios, han sido
traicionados y vendidos; el gabinete de la Nación Española ha sido
engañado y engañados también muchos de los dominicanos de valía e
influencia, con promesas que no han sido cumplidas, con ofertas luego
desmentidas, pronunciamientos, manifestaciones de los pueblos arrancadas
por la coacción, ora moral, ora física de nuestro opresor y los
esbirros que le rodeaban, remitidas al gobierno español, le hicieron
creer falsamente nuestra espontaneidad para anexarnos; empero, muy a
breve, convencidos los pueblos del engaño y perfidia, levantaron su
cabeza y principiaron a hacer esfuerzos gloriosos, aunque por desgracia
inútiles, al volver de la sorpresa que les produjera tan monstruoso
hecho, para recobrar su independencia perdida, su Libertad anonadada,
Díganlo sino, las víctimas de Moca, San Juan, Las Matas, el Cercado,
Santiago, Guayubín, Montecristi, Sabaneta y Puerto Plata.
“¿Y cómo ha ejercido la España el dominio que indebidamente adquirió
sobre unos pueblos libres? La opresión de todo género, las restricciones
y la exacción de contribuciones desconocidas e inmerecidas, fueron muy
luego puestas en ejercicio.
“¿Ha observado por ventura para con un pueblo que se le había
sometido, aunque de mal grado, las leyes de los países cultos y
civilizado, guardado y respetando cual debía las conveniencias, las
costumbres, el carácter y los derechos naturales de todo hombre en
Sociedad? Lejos de eso: los hábitos de un pueblo libre por muchos años
han sido contrariados impolíticamente, no con aquella luz vivificadora y
que ilustra, sino con un fuego quemante y de exterminio. Escarnio,
desprecio, marcada arrogancia, persecuciones y patíbulos inmerecidos y
escandalosos, son los únicos resultados que hemos obtenidos, cual
corderos, de los subalternos de Trono español, a cuyas manos se confiara
nuestra suerte.
“El incendio, la devastación de nuestras poblaciones, las esposas sin
sus esposos, los hijos sin sus padres, la pérdida de todos nuestros
intereses, y la miseria en fin; he aquí los gajes que hemos obtenido de
nuestra forzada y falaz anexión al Trono Español. Todo hemos perdido;
pero nos queda nuestra Independencia y Libertad, por las cuales estamos
dispuestos a derramar nuestra última gota de sangre.
“Si el gobierno de España es político, si consulta sus intereses y
también los nuestros, debe persuadirse de que a un pueblo que por largo
tiempo ha gustado y gozado la Libertad no es posible sojuzgársele sin el
exterminio del último de sus hombres. De ellos debe persuadirse la
augusta y cuyos filantrópicos sentimientos confesamos y respetamos; pero
S.M. ha sido engañada por la perdida del que fue nuestro Presidente, el
general Pedro Santana y la de sus Ministros, y lo que ha tenido un
origen vicioso, no puede ser válido por el transcurso del tiempo.
“He aquí las razones legales y muy justos motivos que nos han
obligado a tomar las armas y defendernos como lo haremos siempre, de la
dominación que nos oprime y que viola nuestros sacrosantos derechos, así
como las leyes opresoras que no han debido imponérsenos.
“El mundo conocerá nuestra justicia y fallará. El Gobierno Español deberá conocerla también, respetarla y obrar en consecuencia.