viernes, 30 de abril de 2010

Un tiburón practica una cesárea a su pareja en un acuario de Nueva Zelanda

elperiodico.es

Un tiburón practica una cesárea a su pareja en un acuario de Nueva Zelanda

  1. Las crías se salvan gracias al mordisco que el predador dio a la hembra en el vientre
Unos visitantes del acuario de Nueva Zelanda observan la cicatriz del tiburón hembra que dió a luz gracias al mordisco de otro.  Foto: THE DAILY TELEGRAPH
Unos visitantes del acuario de Nueva Zelanda observan la cicatriz del tiburón hembra que dió a luz gracias al mordisco de otro. Foto: THE DAILY TELEGRAPH
EL PERIÓDICO
BARCELONA

Un tiburón ha salvado a varias crías al morder en el vientre a una hembra de su especie en el acuario Kelly Tarlton de Auckland (Nueva Zelanda), segun han informado medios locales.

Al salir del vientre de su madre, las crías fueron puestas a resguardo por los empleados del centro en un acuario separado para evitar que fueran atacadas por otros tiburones. Los veterinarios cosieron la herida de la hembra, que también se encuentra en buen estado.

De haber nacido de noche, habrían muerto

Los trabajadores del acuario, que no sabían que la hembra estaba preñada, reaccionaron con escepticismo cuando el martes varios visitantes, atónitos, les contaron que un tiburón había mordido a otro y que de la herida habían salido varias crías.

"En ocasiones los tiburones se muerden mutuamente", ha explicado Fiona Davies, una empleada del acuario, al diario New Zealand Herald. Davies ha afirmado que la cesárea improvisada probablemente salvó las vidas de los tiburones. De haber nacido de noche, como normalmente ocurre en los partos de la especie, los bebés habrían sido comidos por tiburones adultos sin poder ser rescatados.

Algunas especies de tiburones dan a luz

La actitud de apareamiento de los tiburones puede ser muy compleja y los rituales previos entre machos y hembras varían considerablemente entre las especies. El nadar de forma sincronizada, los mordiscos y los cambios de color son comunes.

Existen varias especies de tiburones: los ovíparos --depositan huevos--, los vivíparos y los ovovivíparos. Estos dos ultimos dan a luz a las crías. Ambos soportan a sus embriones internamente y dan a luz a las crías, pero mientras los vivíparos dan una alimentación directa a su prole, los ovovivíparos no lo hacen

martes, 27 de abril de 2010

En Venus no se ve el cielo

En Venus no se ve el cielo

Descubrimientos de la sonda europea que lleva cuatro año estudiando el planeta infernal

MIGUEL PÉREZ AYÚCAR 27/04/2010

El pais.com

Tormenta en Venus


Venus es un planeta infernal. Así lo está descubriendo la sonda Venus Express, que estudia diariamente el planeta gemelo de la Tierra. Lo primero que vemos al mirar Venus desde el espacio es un manto homogéneo de nubes. Esto le hace resplandecer inusitadamente en el cielo nocturno, y le da una gran belleza y brillo, como una gema. Pero esta capa continua de decenas de kilómetros de espesor está compuesta de nubes de letal ácido sulfúrico, corrosivo y capaz de atravesar tejidos en segundos. Y hace que en Venus no haya días soleados ni cielo azul. Ni siquiera se ve el cielo.

La atmósfera de Venus
Ampliar

Vórtice en el polo Sur de Venus observado por Venus Express.- ESA/VIRTIS-VENUSX/INAF-IASF/OBS. DE PARIS-LESIA

La noticia en otros webs

La superficie de Venus es asimismo asfixiante. La atmósfera es de dióxido de carbono (CO2) y, por tanto, irrespirable. Si mirásemos al horizonte veríamos un paisaje desolado, yermo, anaranjado, sin paleta de colores. Y estamos a 500 grados centígrados. Muchos metales en la superficie se licuarían, como el plomo. Moverse ofrece una extraordinaria dificultad, porque la presión es de 90 bares (90 veces la presión atmosférica de la Tierra), una auténtica olla a presión.

La sonda Venus Express (VEX), de la Agencia Europea del Espacio (ESA), es la primera sonda europea que orbita alrededor de Venus, y ha llenado un vacío de varias décadas en las que nuestro planeta vecino no había sido visitado. Desde los pasados éxitos estadounidenses y soviéticos Venus parecía haber perdido algo de interés. Pero Venus Express cumple ya -este mismo mes- cuatro años en órbita de Venus y sus relevantes descubrimientos de nuevo han hecho este planeta un objeto de alto interés científico.VEX es, para entendernos, el Meteosat de Venus.

Aparte del estudio diario de la atmósfera, el ingenio robótico ha obtenido la primera confirmación de volcanismo reciente en Venus. También ha medido relámpagos en la atmósfera de este planeta, así como mejorado los modelos que explican el fenómeno de la súper-rotación de la atmósfera venusiana. Ha proporcionado imágenes de alta resolución de los vórtices polares y caracterizado globalmente los numerosos y complicados procesos atmosféricos.

Volcanismo activo

Este mes entró en erupción el volcán Eyjafjallajokull en Islandia. A pesar de su relativa pequeñez a escala planetaria, Europa se paralizó por sus efectos. ¿Qué ocurre en Venus? Casi toda su superficie ha sido modificada catastróficamente por la acción de volcanismo. Y cuando decimos casi toda, significa que al menos el 85% de la superficie está cubierta por rocas y lavas volcánicas. Venus cuenta con 100.000 volcanes de escudo. Para poner en contexto, Mauna Loa en Hawai, el volcán más grande de la Tierra, tiene un diámetro de unos 100kilómetros. En Venus, 200 volcanes son de tamaño superior a los 100 kilómetros y los hay hasta de 600 kilómetros.

Venus Express ha estudiado lugares con anomalías térmicas y recientemente, a principios de abril, se ha publicado un estudio en la revista Science que demuestra que el volcanismo en Venus es muy reciente, tal vez de hace sólo unos cientos o miles de años. Incluso puede que siga activo.

De hecho, el 19 de julio del 2009 apareció en la atmósfera de Venus una misteriosa mancha brillante, visible desde telescopios terrestres. Las imágenes diarias tomadas porVenus Express revelaron que la gran mancha se mantuvo unas dos semanas. Una de las hipótesis es que fue causada por a una erupción volcánica. Aún recordamos la densa y altísima columna del volcán islandés Eyjafjallajokull. En Venus, dicha gran nube de piroclastos, cenizas, y gases podría haber perforado la densa capa de nubes y llegado a las capas más superiores, donde los efectos fueron visibles para los instrumentos de la sonda europea.

Así que Venus no parece un buen sitio para volar. Si las indicaciones de Venus Expressson correctas, el tráfico aéreo estaría paralizado... de continuo.

Huracanes y calentamiento global

VEX sigue estudiando la enorme tormenta en el polo sur del planeta, en especial la evolución de sus numerosos ojos de huracán. Esta tormenta evoluciona diariamente, y a veces se muestra con dos, tres o cuatro ojos, que cambian de un día para otro. La sonda también estudia la interacción con las nubes altas de Venus, que se desplazan a más de 350 kilómetros por hora.

Otro tema de gran actualidad es el calentamiento global de la Tierra. Venus Expresstiene una situación inmejorable para estudiar este fenómeno. Y es que en Venus el efecto invernadero es brutal. La atmósfera de CO2 ha conseguido atrapar el calor proveniente del Sol, y hacer que la superficie se encuentre a unos 500 grados centígrados. Y sin embargo se cree que Venus y la Tierra, en las primeras etapas de se evolución planetaria, eran muy parecidas, no sólo por el tamaño y la distancia al Sol, sino por su composición atmosférica. ¿Qué hizo a ambos planetas desarrollarse de forma tan diferente? Los resultados de Venus Express están ayudando a mejorar los modelos que predicen la evolución de la atmósfera terrestre.

Día de Venus en el centro planetario de la ESA

Hoy, 27 de abril, se ha celebrado el Día de Venus en ESAC, el Centro Europeo de Astronomía y Ciencia Espacial de la ESA en Villanueva de la Cañada (Madrid). Los científicos e ingenieros de Venus Express mostraron sus más recientes descubrimientos y explicaron cómo ha sido posible construir y enviar la sonda hasta Venus, y operarla diariamente. En ESAC reside el Centro de Operaciones Científicas de Venus Express, así como del resto de misiones planetarias de la ESA. Desde ESAC, por tanto, se idean las operaciones que la sona realiza diariamente, coordinando a equipos científicos distribuidos por todo el mundo.

Miguel Pérez Ayúcar es ingeniero de la misión Venus Express de la ESA

viernes, 23 de abril de 2010

Cándido Hutía, DIARIO DE CAMPAÑA

DIARIO DE CAMPAÑA
Sabana de los Sueños, 17 de agosto 2009
Manatí Liz
 
Como parte de su campaña a Alcalde Cándido Hutía, celebró la noche de ayer un encuentro coloquio en el Centro Comunal del Barrio Nuevos Horizontes, ante dirigentes y miembros de asociaciones, gremios profesionales, estudiantes a los que les habló de la importancia que tiene la participación ciudadana y comunitaria como herramienta de desarrollo, en el proceso de analizar críticamente sus propias situaciones y dar los pasos adecuados para mejorarlas y de la necesidad de constituir capital social .

Al explicar el slogan de su campaña. Dijo que una ciudad sostenible, cohesionada e inclusiva es el punto de arranque para que los ciudadanos estén en condiciones de disfrutar los bienes materiales en igualdad de condiciones.

Definió una ciudad inclusiva, como un lugar de encuentro e intercambio social y cultural, condición incluso previa a la de lugar de intercambio material. Parafraseando a Anna Kajumulo Tibaijuka , Directora Ejecutiva de UN-Habitat Señalo Una ciudad inclusiva no es solo socialmente justa, sino también buena para el crecimiento y el desarrollo sostenible”
En la actualidad han aumentado la inequidad, los desequilibrios, la exclusión y la fragmentación urbanas, los habitantes de las zonas rurales no tienen acceso a servicios tales como agua potable y drenaje sanitario, los caminos vecinales no están en condiciones idóneas para permitir una buena comunicación.

Apuntó que desde los organismos oficiales debe procurarse la igualdad de oportunidades y emprender una acción preferente por los más débiles, a fin de elevar sus condiciones de vida.
Los municipios han de verse como centros de oportunidad y creatividad económica, desde el ayuntamiento vamos a incentivar la iniciativas de los emprendedores acompañándoles en la busca de financiamientos, fomentando las cooperativas de ahorro y crédito y de producción.
Expresó que servicios como la recogida de basura, ornamento urbano y agua potable, electricidad, pueden ser ofrecidos a través de acuerdos contractuales con cooperativas de servicios impulsadas por asociaciones de vecinos.

Animó a los vecinos desde ya a hacer acopio de estas ideas y empezar a organizar juntas de vecinos, clubes juveniles, de protección ambiental. Les llamó a fortalecer las asociaciones de padres y amigos de la escuela y que todos juntos trabajen para la creación del Comité de Desarrollo de Sabana de los Sueños, enumeró buenas prácticas desarrolladas en otros municipios que han redundado en soluciones efectivas a problemas reales de las comunidades.

Anunció que se propones establecer un protocolo de colaboración y acción conjunta con instituciones y programas como: Promipyme, el INVI, IDECOOP, INAPA, ODC, el Fondo de Promoción de las Iniciativas Comunitarias. Pro-Comunidad, Solidaridad, entre otras

A manera de conclusión Cándido Hutía, aspirante a Síndico señaló, que la lucha por una Ciudad Inclusiva, cohesionada y sostenible se engloba en la lucha contra la pobreza, que puede ser exitosa si se aúnan voluntades y esfuerzos desde el ámbito de la sociedad civil y los organismos estatales para la Implementación de estrategias de cambio social destinadas a revertir la presión hacia la desigualdad.

En Países como el nuestro donde escasean los recursos monetarios, el capital social es la mejor basa para alcanzar las metas de desarrollo con equidad. Prometió liderar a la comunidad en la busca de cotas más altas de progreso y bienestar.

Un problema menos, Cuento de Carlos Checo

Carlos M. Checo
Cuando Inés terminó de tender la sábana de ramos en los alambres de la empalizada, sus negros ojos chispearon una luz intensa, tan intensa como la expulsión de una porción de aire que al salir de sus resecos labios anunciaba el fin de la jornada.
Inés bajó la mirada y abrió las manos, como queriendo vencer el dolor que eran presas cada una de las articulaciones de sus dedos y sus uñas deshechas. Fue sólo un instante, ya que Inés no debe detenerse por mucho tiempo y menos para quejas y ñoñerias ; de inmediato coge la batea de la mesa, bota el agua, agarra el jabón que sobró, lo entra en la batea que vuelve a poner sobre la mesa, que lleva al lugar donde la encontró esta mañana.
Enseguida vocifera:¡Juana! ¡Juana, ya terminé! Me voy…
Desde el bohío una voz infantil le responde:
¡Mamá salió pa´donde su tía que le mandó a buscar!
-Por la puerta de la cocina sale una niña , que tan pronto traspasa el umbral de la puerta, se pone la manita izquierda en la frente para cubrirse del sol, al momento que extiende la otra que tenia hecha puño, pegada al pecho.
¡Tenga Inés! Ella dijo que le diera eso y que no se olvide de venir el jueves a planchar.
Inés sólo le dijo: Ta´bien ¡pero dile que no puedo pasar de las tres, que ella sabe de mi compromiso...
Mientras decía esto, se introduce el dinero en el pecho dejando libre las manos para alisarse rápidamente el pelo y apretarse la tira que se le había aflojado.
Saliendo apresuradamente por el portal.
En los treinta minutos de camino, en Inés bullían planes, ideas, recuerdos y emociones, que eran interrumpidos para saludar a uno que otro conocido que se encontraba en el camino.
Una leve alegría inundo de pronto a Inés, ¡Al fin logró reunir el dinero para pagar el alquiler!
Se felicitó a sí misma ¡Al fin¡ Así cuando venga José con su cara dura , no tendré que decirle que me espere un día ma. Le voy a dar su cuarto y no me moletará hata el otro me.
Inés conoce bien a José, el dueño de la cuartería, usa esa situación para acosarla con insinuaciones morbosas y propuestas, que la pobre mujer considera ofensas, ya que siempre piensa: Que si e´que un día se mete en hombre lo hará por amor, no por ventaja o conveniencia. Además en su soltería ve que los hombres que la buscan con pretensiones amorosas, sólo quieren pasar el rato y que tarde o temprano volverá a estar desamparada, por eso no pierde tiempo y trata de ser ella misma su propio soporte. Aunque sea duro, ella lo considera mejor así.
Es una madre soltera agobiada por el trajín de días sin reposo, llenos de jornadas interminables lavando y planchando para el sustento de ella y el de sus tres muchachos. Inés vive sola desde hace cinco años.
Fue un día, al atardecer, Luis llegó borracho con unos amigos.
Ella no estaba…
Al poco rato llegó presurosa, él sin mediar palabras la insultó, la golpeó, la tiró al suelo
¡ Párate coño! Le dijo.
Ordenándole seguidamente: ¡Hame un sancocho rápido que por ahí vienen Quico, Pedro, Juan y Lin y tenemo hambre!
Inés, presa de rabia, dolor, encontró fuerzas de su adentro, se incorporó lentamente y se colocó frente a Luis, lo miró de forma penetrante. Abriendo sus ojos de los cuales no salió una sola lagrima, sino un fuego que quemó la aturdida mente del borracho.
Se mordió los labios, se acercó al hombre y cuando casi le tocaba la cara con su rostro, con voz fuerte le dijo:
¡¡¡ Coño pa´uté, amigo!!!
Aquí no va haber sancocho ni pa´ uté ni pa´ ninguno de su amigo. Ya son las cuatro de la tarde y mi muchachos no má tienen en su barriga unos viveritos y un poquito de arró que conseguí donde mamá.
¡Váyase con su fieta a otra parte.
No va haber fieta en e`ta casa y ma´ hoy precisamente hoy que se murió mi marío y dejó huerfano mi tre hijo.
¡ Se me va ahora mimo, señor Luís!
Un silencio, se adueñó de aquel lugar.
Nadie dijo nada a pesar de que además de Inés y Luís en la pequeña sala junto a la puerta de la cocina estaban Teodora, Luisa, Josefa, Fernanda, Magali, Manuela y Ción.
Mientras por la puerta que da a la calle, habían llegado hacia sólo un instante Quico, Pedro y Juan, guitarras y botellas en manos.
Nadie dijo nada…
Sólo un rato después que el silencio fue interrumpido cuando al salir los hombres, a uno de ellos se le oyó decir: Compadre, ya la mujere no repetan a uno.
Por eso Yo no dejo que Paula vaya a esa maldita reunióne, ahí sólo aprenden a ser malcriá.

jueves, 22 de abril de 2010

Los Amos, Cuento de Juan Bosch

Los Amos, Juan Bosch


Cuando ya Cristino no servía ni para ordeñar una vaca. don Pío lo llamó y le dijo que iba a hacerle un regalo, le voy a dar medio peso para el camino. Usté está muy mal y no puede seguir trabajando. Si se mejora, vuelva.

Cristino extendió una mano amarilla que le temblaba. Mucha gracia, don. Quisiera coger el camino ya, pero tengo calentura. Puede quedarse aquí esta noche, si quiere, y hasta hacerse una tisana de cabrita. Eso es bueno.

Cristino se había quitado el sombrero, y el pelo abundante, largo y negro le caía sobre el pescuezo. La barba escasa parecía ensuciarle el rostro, de pómulos salientes.

-Ta bien, don Pío -dijo--; que Dio se lo pague. Bajó lentamente los escalones, mientras se cubría de nuevo la cabeza con el viejo sombrero de fieltro negro. Al llegar al último escalón se detuvo un rato y se puso a mirar las vacas y los críos.

-Qué animao ta el becerrito comentó en voz baja, haia.

Se trataba de uno que él había curado días antes. Había tenido gusanos en el ombligo y ahora correteaba y saltaba alegremente.

Don Pío salió a la galería y también se detuvo a ver las reses. Don Pío era bajo, rechoncho, de ojos pequeños y rápidos. Cristino tenía tres años trabajando con él. Le pagaba un peso semanal por el ordeño, que se hacía de madrugada, las atenciones de la casa y el cuidado de los terneros. Le había salido trabajador y tranquilo aquel hombre, pero había enfermado y don Pío no quería mantener gente enferma en su casa.

Don Pío tendió la vista. A la distancia estaban los matorrales que cubrían el paso del arroyo, y sobre los matorrales, las nubes de mosquitos. Don Pío había mandado poner tela metálica en todas las puertas y ventanas de la casa, pero el rancho de los peones no tenía ni puertas ni ventanas; no tenía ni siquiera setos. Cristino se movió allá abajo, en el primer escalón, y don Pío quiso hacerle una última recomendación.

—Cuando llegue a su casa póngase en cura, Cristino.

—Ah, si, corno no, don. Mucha gracia —oyó responder.

El sol hervía en cada diminuta hoja de la sabana. Desde las lomas de Terrero hasta las de San Francisco, perdidas hacia el norte, todo fulgía bajo el sol. Al borde de los potreros, bien lejos, había dos vacas. Apenas se las distinguía, pero Cristino conocía una por una todas las reses.

—Vea, don —dijo— aquella pinta que se aguaita allá debe haber parío anoche o por la mañana, porque no le veo barriga.
Don Pío caminó arriba.
—Usté cree, Cristino? Yo no la veo bien.
—Arrímese pa aquel lao y la vera.
Cristino tenia frío y la cabeza empezaba a dolerle, pero siguió con la vista al animal.

—Dese una caminata y me la arrea, Cristino -oyó
decir a don Pío).

—Yo fuera a buscarla, pero me toy sintiendo mal.
—¿La calentura?
—Unju, me ta subiendo.

—Eso no hace. Ya usté está acostumbrado, Cristino. Vaya y tráigamela.

Cristino se sujetaba el pecho con los dos brazos descarnados. Sentía que el frío iba dominándolo. Levantaba la frente. Todo aquel sol, el becerrito...

—¿Va a traérmela? —insistió la voz.
Con todo ese sol y las piernas temblándole, y los pies descalzos llenos de polvo.

—¿Va a buscármela, Cristino?

Tenía que responder, pero la lengua le pesaba. Se apretaba más los brazos sobre el pecho. Vestía una camisa de listado sucia y de tela tan delgada que no le abrigaba.

Resonaron pisadas arriba y Cristino pensó que don Pío iba a bajar. Eso asustó a Cristino.

—Ello sí, don- dijo- : voy a dir. Deje que se me pase el frío.

—Con el sol se le quita. Hágame el favor, Cristino.
Mire que esa vaca se me va y puedo perder el becerro.

Cristino seguía temblando, pero comenzó a ponerse de pie.

—Si: ya voy, don —dijo.
—Cogió ahora por la vuelta del arroyo--explicó desde la galería don Pío.

Paso a paso, con los brazos sobre el pecho, encorvado para no perder calor, el peón empezó a cruzar la sabana. Don Pío le veía de espaldas. Una mujer se
deslizó por la galería y se puso junto a don Pío.

—iQué día tan bonito, Pío! —comentó con voz cantarina.

El hombre no contestó. Señaló hacia Cristino, que se alejaba con paso torpe como si fuera tropezando.

—No quería ir a buscarme la vaca pinta, que parió anoche. Y ahorita mismo le di medio peso para el camino.

Calló medio minuto y miró a la mujer, que parecía demandar una explicación.

Malagradecidos que son, Herminia —dijo—. De nada vale tratarlos bien. Ella asintió con la mirada.

Te lo he dicho mil veces, Pío —comentó. Y ambos se quedaron mirando a Cristino, que ya era apenas una mancha sobre el verde de la sabana.

martes, 20 de abril de 2010

Ahora que vuelvo, Ton, Cuento de Rene Del Risco

AHORA QUE VUELVO, TON

Cuento

De Rene Del Risco Bermúdez

Eras realmente pintoresco, Ton; con aquella gorra de los Tigres del Licey, que ya no era azul sino berrenda, y el pantalón de kaky que te ponías planchadito los sábados por la tarde para irte a juntarte con nosotros en la glorieta del Parque Salvador a ver las paradas de los Boys Scouts en la avenida y a corretear y bromear hasta que de repente la noche oscurecía el recinto y nuestros gritos se apagaban por las calles del barrio. Te recuerdo, porque hoy he aprendido a querer a los muchachos como tú y entonces me empeño en recordar esa tu voz cansona y timorata y aquella insistente cojera que te hacía brincar a cada paso y que sin embargo no te impedía correr de home a primera, cuando Juan se te acercaba y te decía al oído "vamos a sorprenderlos, Ton; toca por tercera y corre mucho". Como jugabas con los muchachos del "Aurora", compartiste con nosotros muchas veces la alegría de formar aquella rueda en el box "¡rosi, rosi, sin bom-ba - Aurora - Aurora - ra- ra- ra!" y eso que tú no podías jugar todas las entradas de un partido porque había que esperar a que nos fuéramos por encima del "Miramar" o "la Barca" para darle "un chance a Ton que vino tempranito" y "no te apures, Ton que ahorita entras de emergente ".

¿Cómo llegaste al barrio? ¿Cuándo? ¿Quién te invitó a la pandilla? ¿Qué cuento de Pedro Animal hizo Toñín esa noche, Ton? ¿Serías capaz de recordar que en el radio en casa de Candelario todas las noches "Mejoral, el calmante sin rival, presenta "Cárcel de mujeres", y entonces alguien daba palmadas desde la puerta de una casa y ya era hora de irse a dormir, "se rompió la taza..."

Yo no sé si tú, con esa manera de mirar con un guiño que tenías cuando el sol te molestaba, podrías reconocerme ahora. Probablemente la pipa apretada entre los dientes me presta una apariencia demasiado extraña a ti, o esta gordura que empieza a redondear mi cara y las entradas cada vez más obvias en mi cabeza, han desdibujado ya lo que podría recordarse de aquel muchacho que se hacía la raya a un lado, y que algunas tardes te acompañó a ver los trainning de Kid Barquerito y de 22-22 en la cancha, en los tiempos en que "Barquero se va para La Habana a pelear con Acevedo" y Efraín, el entrenador, con el bigote de Joaquín Pardavé, "¡Arriba, arriba, así es, la izquierda, el jab ahora, eso es" y tú después, apoyándote en tu pie siempre empinado, "¡can-can-can-can!" golpeando el aire con tus puños, bajábamos por la calle Sánchez, "¡can-can-can! "jugabas la soga contra la pared, siempre saltando por tu cojera incorregible y yo te decía que "no jodas Ton" pero tú seguías y entonces, ya en pleno barrio, yo te quitaba la gorra, dejando al descubierto el óvalo grande de tu cabeza de zeppelin, aquella cabeza del "Ton, Melitón, cojo y cabezón!" con que el Flaco Pérez acompañaba el redoble de los tambores de los Boys Scouts para hacerte rabiar hasta el extremo de mentarle "¡Tumadrehijodelagranputa", y así llegábamos corriendo, uno detrás del otro, hasta la puerta de mi casa, donde, poniéndote la gorra, decías siempre lo mismo "¡a mí no me hables!".

Para esos tiempos el barrio no estaba tan triste Ton, no caía esa luz desteñida y polvorienta sobre las casas ni este deprimente olor a toallas viejas se le pegaba a uno en la piel como un tierno y resignado vaho de miseria, a través de las calles por donde minutos atrás yo he venido inútilmente echando de menos los ojos juntos y cejudos del "búho Pujols", las latas de carbón a la puerta de la casa amarilla, el perro blanco y negro de los Pascual, la algarabía en las fiestas de cumpleaños de Pin Báez, en las que su padre tomaba cervezas con sus amigos sentado contra la pared de ladrillos, en un rincón sombrío del patio, y nosotros, yo con mi traje blanco almidonado; ahora recuerdo el bordoneo puntual y melancólico de la guitarra de Negro Alcántara, mientras alrededor del pozo corríamos y gritábamos y entre el ruido de la heladera el diente careado de Asia salía y se escondía alternativamente en cada grito.

Era para morirse de risa, Ton, para enlodarse los zapatos; para empinarse junto al brocal y verse en el espejo negro del pozo, cara de círculos concéntricos, cabellos de helechos, salivazo en el ojo, y después "mira como te has puesto, cualquiera te revienta, perdiste dos botones, tigre, eso eres, un tigre, a este muchacho, Arturo, hay que quemarlo a golpes"; pero entonces éramos tan iguales, tan lo mismo, tan "fraile y convento, convento sin fraile, que vaya y que venga", Ton, que la vida era lo mismo, "un gustazo: un trancazo", para todos.

Claro que ahora no es lo mismo. Los años han pasado. Comenzaron a pasar desde aquel día en que miré las aguas verdosas de la zanja, cuando papá cerró el candado y mamá se quedó mirando la casa por el vidrio trasero del carro y yo los saludé a ustedes, a ti, a Fremio, a Juan, a Toñín, que estaban en la esquina, y me quedé recordando esa cara que pusieron todos, un poco de tristeza y de rencor, cuando aquella mañana, (ocho y quince en la radio del carro) nos marchamos definitivamente del barrio y del pueblo.

Ustedes quedarían para siempre contra la pared grisácea de la pulpería de Ulises. La puya del trompo haciendo un hoyo en el pavimento, la gangorra lanzada al aire con violenta soltura, machacando a puyazos y cabezazos la moneda ya negra de rodar por la calle; no tendrían en lo adelante otro lugar que junto a ese muro que se iría oscureciendo con los años "a Milita se la tiró Alberto en el callejoncito del tullío" escrito con carbón allí, y los días pasando con una sorda modorra que acabaría en recuerdo, en remota y desvaída imagen de un tiempo inexplicablemente perdido para siempre.

Una mañana me dio por contarles a mis amigos de San Carlos cómo eran ustedes; les dije de Fremio, que descubrió que en el piso de los vagones, en el muelle, siempre quedaba azúcar parda cuando los barcos estaban cargando, y que se podía recoger a puñados y hasta llenar una funda y sentarnos a comerla en las escalinatas del viejo edificio de aduanas; les conté también de las zambullidas en el río y llegar hasta la goleta de tres palos, encallada en el lodo sobre uno de sus costados, y que una vez allí, con los pies en el agua, mirando el pueblo, el humo de la chimenea, las carretas que subían del puerto cargadas de mercancías, pasábamos el tiempo orinan-do, charlando, correteando de la popa al bauprés, hasta que en el reloj de la iglesia se hacía tarde y otra vez, braceando, ganamos la orilla en un escandaloso chapoteo que ahora me parece estar oyendo, aunque no lo creas, Ton.

Los muchachos quedaron fascinados con nuestro mundo de manglares, de locomotoras, de cigüas, de cuevas de cangrejos, y desde entonces me hicieron relatar historias que en el curso de los días yo fui alterando poco a poco hasta llegar a atribuir a ustedes y a mí verdaderas epopeyas que yo mismo fui creyendo y repitiendo, no sé qué día en que quizás comprendí que sería completamente inútil ese afán por mostrarnos de una imagen que, como las viejas fotos, se amarilleaba y desteñía ineludiblemente. La vida fue cambiando, Ton; entonces yo me fui inclinando un poco a los libros y me interné en un extraño mundo mezcla de la Ciencia Natural de Fesquet, versos de Bécquer, y láminas de Billiken; me gustaba el camino al colegio cada mañana bajo los árboles de la avenida Independencia, el rostro de Rita Hayworth, en la pequeña y amarilla pantalla del "Capitolio", me hizo olvidar a Flash Gordon y a los Tres Chiflados. Ya para entonces papá ganaba buen dinero en su puesto de la Secretaría de Educación, y nos mudamos a una casa desde donde yo podía ver el mar y a Ivette, con sus shorts a rayas y sus trenzas doradas que marcaban el vivo ritmo de sus ojos y su cabeza; con ella me acostumbré a Nat King Cole, a Fernando Fernández, los viejos discos de los Modernaires, y aprendía a llevar el compás de sus golpes junto a la mesa de Ping-Pong; no le hablé nunca de ustedes, esa es la verdad, quizás porque nunca hubo la oportunidad para ello o tal vez porque los días de Ivette pasaron tan rápidos, tan llenos de "ven-mira-esta es Gretchen el Pontiac de papi dice Albertico - me voy a Canadá" que nunca tuve la necesidad ni el tiempo para recordarlos.

¿Tú sabes qué fue del Andrea Doria, Ton? Probablemente no lo sepas; yo lo recuerdo por unas fotos del "Miami Herald" y porque los muchachos latinos de la Universidad nos íbamos a un café de Coral Gables a cantar junto a jarrones de cerveza "Arrivederci Roma", balanceándonos en las sillas como si fuésemos en un bote salvavidas; yo estudiaba el inglés y me gustaba pronunciar el "good bay..." de la canción, con ese extraño gesto de la barbilla muy peculiar en las muchachas y muchachos de aquel país. ¿Y sabes, Ton, que una vez pensé en ustedes? Fue una mañana en que íbamos a lo largo de un muelle mirando los yates y vi un grupo de muchachos despeinados y sucios que sacaban sardinas de un jarro oxidado y las clavaban a la punta de sus anzuelos, yo me quedé mirando un instante aquella pandilla y vi un vivo retrato nuestro en el muelle de Macorís, sólo que nosotros no éramos rubios, ni llevábamos zapatos tennis, ni teníamos caña de pescar, ahí se deshizo mi sueño y seguí mirando los yates en compañía de mi amigo nicaragüense, muy aficionado a los deportes marinos.

Y los años van cayendo con todo su peso sobre los recuerdos, sobre la vida vivida, y el pasado comienza a enterrarse en algún desconocido lugar, en una región del corazón y de los sueños en donde permanecerán, intactos tal vez, pero cubiertos por la mugre de los días sepultados bajo los libros leídos, la impresión de otros países, los apretones de manos, las tardes de fútbol, las borracheras, los malentendidos, el amor, las indigestiones, los trabajos. Por eso, Ton, cuando años más tarde me gradué de Médico, la fiesta no fue con ustedes sino que se celebró en varios lugares, corriendo alocadamente en aquel Triumph sin muffler que tronaba sobre el pavimento, bailando hasta el cansancio en el Country Club, descorchando botellas en la terraza, mientras mamá traía platos de bocadillos y papá me llamaba "doctor" entre las risas de los muchachos; ustedes no estuvieron allí ni yo estuve en ánimo, de reconstruir viejas y melancólicas imágenes de paredes derruidas, calles polvorientas, pitos de locomotoras y pies descalzos metidos en el agua lodosa del río, ahora los nombres eran Héctor, Fred, Américo, y hablaríamos del Mal de Parkinson, de las alergias, de los test de Jung y de Adler y también de ciertas obras de Thomas Mann y François Mauriac.

Todo esto deberá serte tan extraño, Ton; te será tan "había una vez y dos son tres, el que no tiene azúcar no toma café " que me parece verte sentado a horcajadas sobre el muro sucio de la Avenida, perdidos los ojos vagos entre las ramas rojas de los almendros, escuchando a Juan contar las fabulosas historias de su tío marinero que había naufragado en el canal de la Mona y que en tiempos de la guerra estuvo prisionero de un submarino alemán, cerca de Curazao. Siempre asumieron tus ojos esa vaguedad triste e ingenua cuando algo te hacía ver que el mundo tenía otras dimensiones que tú, durmiendo entre sacos de carbón y naranjas podridas, no alcanzarías a conocer más que en las palabras de Juan, o en las películas de la guagüita Bayer o en las láminas deportivas de "Carteles".

Yo no sé cuáles serían entonces tus sueños, Ton, o si no los tenías; yo no sé si las gentes como tú tienen sueños o si la cruda conciencia de sus realidades no se lo permiten, pero de todos modos yo no te dejaría soñar, te desvelaría contándote todo esto para de alguna forma volver a ser uno de ustedes, aunque sea por esta tarde solamente. Ahora te diría cómo, años después, mientras hacía estudios de Psiquiatría en España, conocí a Rosina, recién llegada de Italia con un grupo de excursionistas entre los que se hallaban sus dos hermanos, Piero y Francesco, que llevaban camisetas a rayas y el cabello caído sobre la frente. Nos encontramos accidentalmente, Ton, como suelen encontrarse las gentes en ciertas novelas de Françoise Sagan; tomábamos "Valdepeñas" en un mesón, después de una corrida de toros, y Rosina, que acostumbra a hablar haciendo grandes movimientos, levantaba los brazos y enseñaba el ombligo una pulgada más arriba de su pantalón blanco. Después sólo recuerdo que alguien volcó una botella de vino sobre mi chaqueta y que Piero cambiaba sonrisitas con el pianista en un oscuro lugar que nunca volví a encontrar. Meses más tarde, Rosina volvió a Madrid y nos alojamos en un pequeño piso al final de la Avenida Generalísimo; fuimos al fútbol, a los museos, al cine-club, a las ferias, al teatro, leímos, veraneamos, tocamos guitarra, escribimos versos, y una vez terminada mi especialidad, metimos los libros, los discos, la cámara fotográfica, la guitarra y la ropa en grandes maletas, y nos hicimos al mar.

"¿Cómo es Santo Domingo?", me preguntaba Rosina una semana antes, cuando decidimos casarnos, y yo me limitaba a contestarle, "algo más que las palmas y tamboras que has visto en los afiches del Consulado".

Eso pasó hace tiempo, Ton; todavía vivía papá cuando volvimos. ¿Sabes que murió papá? Debes saberlo. Lo enterra-mos aquí porque él siempre dijo que en este pueblo descansaría entre camaradas. Si vieras cómo se puso el viejo, tú que chanceabas con su rápido andar y sus ademanes vigorosos de "muñequito de cuerda", no lo hubieras reconocido; ralo el cabello grisáceo, desencajado el rostro, ronca la voz y la respiración, se fue gastando angustiosamente hasta morir una tarde en la penumbra de su habitación entre el fuerte olor de los medicamentos. Ahí mismo iba a morir mamá un año más tarde apenas; la vieja murió en sus cabales, con los ojos duros y brillantes, con la misma enérgica expresión que tanto nos asustaba Ton.

Por mi parte, con Rosina no me fue tan bien como yo esperaba; nos hicimos de un bonito apartamiento en la avenida Bolívar y yo comencé a trabajar con relativo éxito en mi consultorio. Los meses pasaron a un ritmo normal para quienes llegan del extranjero y empiezan a montar el mecanismo de sus relaciones: invitaciones a la playa los domingos, cenas, a bailar los fines de semanas, paseos por las montañas, tertulias con artistas y colegas, invitaciones a las galerías, llamadas telefónicas de amigos, en fin ese relajamiento a que tiene uno que someterse cuando llega graduado del exterior y casado con una extranjera. Rosina asimilaba con naturalidad el ambiente y, salvo pequeñas resistencias, se mostraba feliz e interesada por todo lo que iba formando el ovillo de nuestra vida. Pero pronto las cosas comenzaron a cambiar, entré a dar cátedras a la Universidad y a la vez mi clientela crecía, con lo que mis ocupaciones y responsabilidades fueron cada vez mayores, en tanto había nacido Francesco José, y todo eso unido, dio un giro absoluto a nuestras relaciones. Rosina empezó a lamentarse de su gordura y entre el "Metrecal" y la balanza del baño dejaba a cada instante un rosario de palabras amargadas e hirientes, la vida era demasiado cara en el país, en Italia los taxis no son así, aquí no hace más que llover y cuando no el polvo se traga a la gente, el niño va a tener el pelo demasiado duro, el servicio es detestable, un matrimonio joven no debe ser un par de aburridos, Europa hace demasiada falta, uno no puede estar pegando botones a cada rato, el maldito frasco de "Sucaril" se rompió esta mañana, y así se fue amargando todo, amigo Ton, hasta que un día no fue posible oponer más sensatez ni más mesura y Rosina voló a Roma en "Alitalia" y yo no sé de mi hijo Francesco más que por dos cartas mensuales y unas cuantas fotos a colores que voy guardando aquí, en mi cartera, para sentir que crece junto a mí. Esa es la historia.

Lo demás no será extraño, Ton. Mañana es Día de Finados y yo he venido a estar algún momento junto a la tumba de mis padres; quise venir desde hoy porque desde hace mucho tiempo me golpeaba en la mente la ilusión de este regreso. Pensé en volver a atravesar las calles del barrio, entrar en los callejones, respirar el olor de los cerezos, de los limoncillos, de la yerba de los solares, ir a aquella ventana por donde se podía ver el río y sus lanchones; encontrarlos a ustedes junto al muro gris de la pulpería de Ulises, tirar de los cabellos al "Búho Pujols", retozar con Fremio, chancear con Toñín y con Pericles, irnos a la glorieta del parque Salvador y buscar en el viento de la tarde el sonido uniforme de los redoblantes de los Boys Scouts. Pero quizás deba admitir que ya es un poco tarde, que no podré volver sobre mis pasos para buscar tal vez una parte más pura de la vida.

Por eso hace un instante he dejado el barrio, Ton, y he venido aquí, a esta mesa y me he puesto a pedir casi sin querer, botellas de cerveza que estoy tomando sin darme cuenta, porque, cuando te vi entrar con esa misma cojera que no me engaña y esa velada ingenuidad en la mirada, y esa cabeza inconfundible de "Ton Melitón cojo y cabezón" mirándome como a un extraño, sólo he tenido tiempo para comprender que tú sí que has permanecido inalterable, Ton; que tu pureza es siempre igual la misma de aquellos días, porque sólo los muchachos como tú pueden verdaderamente permanecer incorruptibles aún por debajo de ese olvido, de esa pobreza, de esa amargura que siempre te hizo mirar las rojas ramas del almendro cuando pensabas ciertas cosas. Por eso yo soy quien ha cambiado, Ton, creo que me iré esta noche y por eso también no sé si decirte ahora quién soy y contarte todo esto, o simplemente dejar que termines de lustrarme los zapatos y marcharme para siempre.

Noviembre 3, 1968, Santo Domingo, R. D

Rene Del Risco Bermúdez

Nació en San Pedro de Macorís el 9 de mayo de 1937. Nieto del poeta Federico Bermúdez.

A temprana edad escribió poesías que asombraron a todos.

Fundó junto con otros escritores jóvenes el grupo denominado "El Puño" durante los días de la guerra de abril de 1965. En 1966 uno de sus cuentos es premiado por la sociedad cultural "La Máscara". Su primer libro de poemas, titulado El viento frío, es eminentemente autobiográfico. en estos poemas, desea poner sus palabras del lado de la vida. Porque el amor siempre estuvo unido a sus preocupaciones y está presente en sus más crudos poemas de lucha.

Muere en Santo Domingo el 20 de diciembre de 1972, a causa de un accidente automovilístico
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