sábado, 15 de agosto de 2020

La toma del Cerro de Capotillo da inicio la Guerra de la Restauración de la República Dominicana

La toma del Cerro de Capotillo da inicio la Guerra de la Restauración de la República Dominicana

Hector Tineo 


 

CAPOTILLO, el 16 de agosto de 1863, comenzó en el Cerro de Capotillo, la Guerra contra el Gobierno español de la Anexión, la cual culminó con la Restauración de la independencia de la República Dominicana.

Un informe militar da cuenta de que el 16 de Agosto los dominicanos aprovecharon que el Gobierno Español de la Anexión dispuso el desplazamiento de las guarniciones fronterizas, y el Batallón La Corona, con una sección de artillería y otra de cazadores, hacia Puerto Plata y Santiago.

Precisa que el 16 de agosto de 1863, 14 patriotas dominicanos cruzaron la frontera desde Haití, y proclamaron el «Grito de Capotillo», en el cerro de Capotillo Español y de inmediato izaron la bandera dominicana que había sido cosida por Huberto Marsán.

Los 14 próceres del «Grito de Capotillo» fueron el coronel Santiago Rodríguez, capitán Eugenio Belliard, Segundo Rivas, Alejandro Bueno, Pablo Reyes, y Juan de la Mata Monción (abanderado). El español José Angulo (corneta), San Mézquita, Tomás de Aquilino Rodríguez, José Cabrera, Sotero Blan, Benito Monción, Juan de la Cruz Alvarez y un soldado desconocido.

A partir del día 16 de agosto de 1863, los españoles lucharon con más de 40 mil hombres para tratar de frustrar la Restauración de la República, pero al final tuvieron que reconocer la victoria de los dominicanos.

La guerra terminó el 10 de julio de 1865, cuando comenzaron a salir las últimas fuerzas militares españolas que se mantenían en la República Dominicana.

Al referirse a los hechos, el General Gregorio Luperón, en sus «Notas Autobiográficas y Apuntes Históricos», afirma que «En la mayor parte de las peleas que se dieron a la bayoneta por los españoles y al sable por los dominicanos», la victoria quedaba casi siempre a favor de los criollos.

En opinión del prócer de la Restauración, el general Luperón, «El soldado español era valiente, arrojado y sufrido» y «el dominicano era audaz, intrépido y persistente».

El Ejército español perdió 18 mil hombres

En sus notas Luperón apunta que el Ejército español perdió 18 mil hombres, sin contar los hombres de las reservas dominicanas ni los voluntarios de Cuba y de Puerto Rico, que no se contaban en el número de los muertos españoles.

De acuerdo con la versión del prócer de la Restauración: «Los dominicanos perdieron más de cuatro mil hombres, sin contar tampoco los que murieron en las filas de los españoles, porque en aquella circunstancia aquellos desgraciados, no eran ni dominicanos ni españoles. Eran los ilotas de la fatalidad y del destino».

Del acontecimiento, el historiador José Gabriel García destaca el apoyo que recibieron los restauradores en la región Norte.

«Todo el Cibao, en fin, estaba en armas, y la bandera del 27 de febrero de 1844, desplegada en Capotillo el 16 de agosto de 1863, por los merodeadores de las fronteras, que como por encanto se habían convertido en Ejército Revolucionario, iba recuperando, una a una, en marcha triunfal, las astas gloriosas de donde había sido arriada violentamente el 18 de marzo de 1861».

Al declarar el inicio de la guerra de la Restauración los próceres de Capotillo, lanzaron el manifiesto siguiente:

«Compatriotas:

“!La situación actual de los dominicanos puede definirse brevemente diciendo que un puñado de hombres ambiciosos y una multitud de hombres sufridos han dado lugar a que el Gobierno sacrifique nuestra cara y tierna patria, una patria tan costosa! Los actuales gobernantes no se obstinan más que en desarrollar un pensamiento político y no se ocupan más que en establecer contribuciones que arruinan a los infelices mientras pagan cuantiosos sueldos a empleados inútiles recreándose otros en ver adornados sus nombres con pomposos títulos, habiendo en esto algo de vanidad y nada de la grandeza varonil.

«El país sufre a estos hombres, no porque no vea sus desaciertos, sino porque obedece constantemente a las circunstancias, porque somos esclavos de nuestra suerte. Se sostiene este gobierno porque nuestra raza es la más obediente, que no contenta con llevar atada la coyunda del principio de la paz, por esto la unión vive, por eso el actual gobierno ha durado hasta hoy; pero su mando está produciendo males incalculables al país por el escepticismo que siembra, siendo por esta razón mucho más perjudicial que los gobiernos más crueles, porque cuando un gobierno causa a la sociedad pérdidas que brotan sangre, es fácil hacer desaparecer en poco tiempo hasta la cicatriz; pero cuando la envenenan con la tea de la discordia, introduciendo en las venas la ponzoña del egoísmo más ignorante !qué porvenir reserva a la sociedad!.

«Es, pues, necesario que todos contribuyamos a hacer desaparecer este gobierno, sin salir de los límites de la legalidad, porque los malos medios no dan buen resultado, como la mala simiente no da buen fruto; pero trabajando sin levantar manos, y buscando sin descanso el medio de que reemplace en el más breve término posible una política que se ocupe de los intereses de la nación, a la política actual que sólo se ocupa de los intereses de algunas personas.

«¿Y qué medios creen ustedes el más a propósito para conseguir ese resultado? Ante todo, la unión y la propaganda de ideas; acerquémonos unos a otros; sea cada partido un hombre, fundiéndose toda nuestra voluntad en una sola voluntad y de acuerdo en lo que queremos para el presente y para el porvenir, en los medios y en los resultados, mientras el gobierno se atrae a ciertos hombres, atacándolos por el lado de sus debilidades, a otros por el lado de la inteligencia, seamos la fuerza de la idea en oposición al actual gobierno, que sólo representa la idea de la fuerza por más que sea excesivamente débil; y el día que todos los hombres de nuestro partido, que ahora, sólo en momentos dados nos reunimos, trabajemos sin descanso, presentando una solución completa a todas las cuestiones políticas que se presenten, esta situación sin base, cuya política consiste en no tenerla, cuya habilidad se reduce a la de Proteo, desaparecerá ante nuestro sistema como la sombra ante la luz.

«No se interpreten mal nuestras palabras; no proponemos una conspiración ni cosa semejante; no queremos nada ilícito, sólo que las filas de nuestro partido se estrechen y los que quedemos trabajemos por nosotros y por los que se van; que tengamos más presente que nunca, que un partido no es sino la consecuencia de una escuela, y que por lo tanto más aunque a los triunfos duraderos de la teoría, que nuestro partido es de porvenir, y que no debemos por lo tanto perdonar ningún trabajo para asegurar nuestra cosecha, y en medio de nuestros trabajos, de nuestra proscripción, de nuestros martirios, debe alentarnos siempre la persuasión que tenemos de que no trabajamos para nosotros personalmente sino para el bien de nuestra patria.

«Dominicanos: abrid los ojos para que os desengañéis y comprendáis que esto no es una conspiración; sólo es una causa legítima que todos unidos debemos abrazar, pues no reclamamos más que nuestro derecho y nuestra libertad, que es la voz que resuena en todo el suelo dominicano, como lo deberéis haber presenciado cada uno en particular, que ha sido vendida nuestra patria, que nos han engañado, que han sacrificado nuestra libertad, por lo que todos unidos y de acuerdo debemos decir: !Viva la Libertad! !Viva la Unión! !Viva la Religión! !Viva la República Dominicana!». Expresa el Manifiesto puesto a circular por los restauradores el día 16 de Agosto de 1863, al producirse el «Grito de Capotillo».

 

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