jueves, 18 de septiembre de 2014

Estudios del cerebro muestran que nuestras canciones favoritas estimulan un circuito de gratificación

 

 

¿Nostalgia de una canción? Es mi cerebro, no me siento responsable

 Los estudios de mapeado del cerebro muestran que nuestras canciones favoritas estimulan un circuito de gratificación del cerebro, básicamente, una historia de amor, nostalgia y gimnasia neuronal



Here comes the hotstepper -lalalalala- And the lyrical dancer -lalalalala- Excuse me, mr officer -lalalalala- still love you like that...

Si puedes tararear esta canción de memoria es porque te gusta un tema que fue hit en los noventa. Si para tararearlo te has levantado, estás moviendo las caderas, los hombros y los brazos como si no hubiera mañana mientras esbozas una estúpida sonrisa, es más que probable que vivieras los noventa.

¿Por qué esta diferencia? En el primer caso, la canción únicamente ejerce el papel para el que está hecha: agradar y, a lo sumo, poder recordarla. En el segundo, ésta te evoca un recuerdo, probablemente feliz o agridulce de una época en la que fuiste joven y dicharachero y bebías cubatas a quinientas pesetas. Por eso sonríes, ¿no? No. O al menos no es tan simple. Según Daniel Levitin, autor de This Is Your Brain on Music: The Science of a Human Obsession, la relación entre la música que escuchamos en nuestra adolescencia y nuestro cerebro es, básicamente, una historia de amor, nostalgia y gimnasia neuronal.

El sentimiento nostálgico tan comúnmente asociado a ciertas canciones parece así tener una explicación científica: los estudios de mapeado del cerebro muestran que nuestras canciones favoritas estimulan un circuito de gratificación del cerebro, que libera dopamina, serotonina, oxitocina y otras sustancias neuroquímicas que nos hacen sentir bien. Un chute en toda regla. Cuanto más nos gusta una canción, más gratificación de estas drogas obtiene nuestro cerebro.
Pero entre los 12 y 22 años, nuestros cerebros se desarrollan muy rápidamente, y la música que escuchamos -repetidamente, como solamente hace un adolescente- genera una huella de memoria que no desaparece. Según Levitin, al volver a escuchar estas canciones, que han creado conexiones neuronales específicas, regresaría también una emoción intensa, relacionada con las hormonas de la pubertad.

La identidad musical, tan codiciada en la primera juventud, forma parte, además, del momento en el que el adolescente configura un yo que -por más que perfeccione a lo largo de los años- se consolida durante ese mismo periodo. Siguiendo con esta teoría, según un estudio de la Universidad de Leeds, no es casual que la música que escuchamos en esos años sea la que, además, nos evoque los mejores o más intensos recuerdos de nuestra vida. Esa huella sensorial que permanece en nuestro cerebro explicaría por qué recordamos exactamente qué sentíamos la primera vez que escuchamos aquella canción de Ace of Base pero no nos dice nada el último hit de Lady Gaga. Todo tiene que ver con lo mismo: el tema no nos dice nada de nosotros ni en lo identitario ni en la evocación nostálgica. ¿Es mejor Ace of Base que Lady Gaga? No es importante. Su complejidad estética o relevancia artística no tiene nada que hacer con lo que nos provoca una canción que vivimos, lo que William Wordsworth denominaba "el ojo interior", la memoria, que, recordemos, para él era "el éxtasis de la soledad".

Ya hace veinte años de casi todo

La gustera que nos provoca el recuerdo puede ser una de las razones del revival perpetuo que vivimos en los últimos tiempos. ¿Será consciente la industria del éxtasis neurológico de las canciones o se trata simplemente de ordeñar una vaca que sigue dando réditos? En cualquier caso, aquí van algunos fenómenos susceptibles de la nostalgia:
Veinte años de la muerte de Kurt Cobain han dado pie a ediciones, reediciones y revisiones del grunge. Pearl Jam, Jane's Addiction, Faith No More suenan una y otra vez mientras una parte de la población asiste, atónita, a algo que denominado neogrunge y el regreso de las botas Martens en pleno verano.

Los europeos modernos descienden de tres grupos de antepasados distintos

Los europeos modernos descienden de tres grupos de antepasados distintos

Los orígenes de los habitantes europeos actuales se remontan a diferentes poblaciones humanas ancestrales: cazadores-recolectores, primeros agricultores y una tercera población no descrita hasta ahora


AGENCIA SINC Madrid 18/09/2014 12:34



Cráneo de mujer del yacimiento de Kanaljorden en Motala (Suecia), excavado entre 2009 y 2013.

Cráneo de mujer del yacimiento de Kanaljorden en Motala (Suecia), excavado entre 2009 y 2013./ Fredrik Hallgren


El comienzo de la agricultura y la domesticación de animales, que se inició en Oriente Próximo hace 11.000 años, tuvo un gran impacto en la vida humana. En muchos lugares, los cazadores-recolectores fueron reemplazados por los agricultores sedentarios y hubo un considerable aumento en el tamaño de las poblaciones, lo que sentó las bases para la formación de grandes ciudades y sociedades complejas.
La evidencia arqueológica sugiere que en el centro de Europa, la transición a un estilo de vida agrícola se produjo hace 7.500 años aproximadamente, con la aparición de la Linearbandkeramik (LBK), una cultura agrícola sedentaria.
Los europeos actuales remontan su ascendencia a tres grupos ancestrales, y no solo dos, como se creía
Durante mucho tiempo se ha debatido si este cambio en la estrategia de subsistencia fue debido a la migración masiva de personas provenientes de Oriente Próximo que aportaron tecnologías innovadoras y animales domésticos en Europa, o si se debió a una transmisión de las prácticas culturales heredadas de poblaciones vecinas.
Recientes estudios genéticos de antiguos cazadores-recolectores y de agricultores tempranos sugieren una migración masiva de personas hacia Europa, coincidiendo con la difusión de la agricultura. Ahora bien, la contribución y la distribución de los componentes genéticos entre los cazadores-recolectores indígenas europeos siguen sin estar claras.
Portada de Nature
Portada de Nature
Un consorcio internacional liderado por investigadores de la Universidad de Tubinga (Alemania) y de la Harvard Medical School (EE UU), con la participación del Instituto de Biología Evolutiva (UPF-CSIC) de Barcelona y la Universidad de Santiago de Compostela, ha analizado antiguos genomas humanos: el de unos de los primeros agricultores, de unos 7.000 años de antigüedad, de la cultura LBK de Stuttgart (Alemania); el de cazadores-recolectores del refugio de Loschbour (Luxemburgo), de unos 8.000 años; y los de siete cazadores-recolectores de Motala (Suecia) de unos 8.000 años de antigüedad.
El equipo de científicos ha generado datos genómicos de 2.400 humanos de 200 diferentes poblaciones contemporáneas de todo el mundo
Para comparar el genoma de los antiguos seres humanos con las poblaciones actuales, el equipo de científicos ha generado también datos genómicos de 2.400 humanos de 200 diferentes poblaciones contemporáneas de todo el mundo.
Los resultados del estudio se han publicado en la revista Nature. El hallazgo más sorprendente ha sido que los europeos de hoy en día remontan su ascendencia a tres grupos ancestrales, y no solo dos, como se creía.
En primer lugar, se remontan a poblaciones de cazadores-recolectores indígenas; en segundo lugar, a agricultores provenientes de Oriente Medio que emigraron a Europa hace unos 7.500 años; y por último, el resultado más notorio es que se remontan también a una tercera población que se extendió por el Norte de Eurasia y que llegó a Europa central después de que lo hicieran los primeros agricultores.

Todos los grupos europeos estudiados tienen el tercer componente identificado

La ascendencia noreste euroasiática es, proporcionalmente, el componente más pequeño en toda Europa

Utilizando el conjunto de datos del estudio, los investigadores han calculado cuál es la proporción de componentes genéticos ancestrales en los europeos actuales. Así pues, todos los europeos actuales tienen ascendencia de los tres grupos ancestrales descritos pero con proporciones diferentes: los europeos del norte tienen más ascendencia de cazadores-recolectores, mientras que los europeos del sur tienen más ascendencia de los primeros agricultores.
Sin embargo, en un principio, incluso los propios agricultores tenían alguna ascendencia de cazadores-recolectores.

La ascendencia noreste euroasiática es, proporcionalmente, el componente más pequeño en toda Europa, nunca sobrepasa el veinte por ciento, pero se ha encontrado en casi todos los grupos europeos estudiados, así como también entre las poblaciones del Cáucaso y de Oriente Próximo , lo que implica que una profunda transformación fue al oeste de Eurasia después de la Revolución Neolítica.

Los primeros agricultores de Oriente Próximo llevaban material genético diferente de la típica variante no-africana
"La presencia de este tercer componente y su distribución en casi todas las poblaciones europeas actuales es un hallazgo inesperado que hace replantearnos cuáles han sido los procesos demográficos en Europa después de la llegada de la agricultura y la ganadería", dice David Comas del IBE.

Los investigadores han analizado también algunos genes con fenotipos conocidos para demostrar que algunos de los cazadores-recolectores probablemente tenían los ojos azules y la piel más oscura, mientras que los primeros agricultores tenían la piel más clara y ojos marrones.

Tanto los cazadores-recolectores, como también los primeros agricultores, muestran un alto número de copias de genes que codifican para la amilasa en sus genomas, lo que apoya la idea de que las dos poblaciones ya se habían adaptado a una dieta rica en almidón. Sin embargo, ninguno de los antiguos seres humanos se había adaptado aún a digerir el azúcar de la leche en la edad adulta.

Modelo genético que reconstruye la historia a partir de los datos genómicos

Finalmente, los investigadores han sido capaces de ajustar los datos genómicos de los humanos modernos y los antiguos en un modelo genético simplificado que reconstruye en profundidad la historia de la población humana moderna fuera de África en los últimos 50.000 años.

Mientras que el modelo sugiere que hoy en día los europeos recibieron contribuciones de al menos tres poblaciones ancestrales, también muestra que los primeros agricultores de Oriente Próximo llevaban material genético diferente de la típica variante no-africana, lo que indica que la relación genética de nuestros antepasados fue más compleja de lo que se pensaba hasta ahora.